jueves, 17 de marzo de 2011

ENSAYO SOBRE LA INOCENCIA

Estaban en el jardín. El hombre se acercó a la niña con lentitud y esbozó una sonrisa. La miró fijamente a los ojos y se agachó hasta alcanzar su misma altura. Le dijo: tírate al suelo. La niña obedeció. Sus tirabuzones rubios se tendieron libremente en la hierba, dejando a la intemperie sus pequeñas orejas, recién perforadas por unos pedientes de perla diminutos. Se le cayó también uno de sus zapatitos beige al ladito de su pie izquierdo. El hombre, arrodillado, se arrimó más, cargó su peso sobre sus manos y el peso de sus manos sobre el césped, pintando de sombra toda la parcela que ella ocupaba. Entonces la abordó. Los ojos azules de la niña se abrieron como platos y sus pequeños labios se fueron separaron poco a poco, mostrando así algunos vacíos en su dentadura, preciada propiedad ahora del Ratoncito Pérez. Todos los músculos de su grácil cuerpo se tensaron, como si intentaran alcanzar sin éxito su máxima extensión. Su blusa quedó plagada de arrugas y su naricita hizo una mueca extraña. El hombre alargó la mano y desabrochó los botones inferiores de la blusa. La dulce barriguita quedó desnuda, haciendo evidente una respiración nerviosa y entrecortada. Su minúsculo ombligo daba la impersión de estar trazado con un compás sobre su piel blanca. El hombre hizo una pequeña reverencia con la cabeza posando su boca en la barriguita de la niña, que cerró los ojos al tiempo que el hombre soplaba. En el jardín retumbó un sonido parecido al de un pedo y una carcajada angelical.

3 comentarios:

  1. Yo sí, y qué tensión! Era prematura para ser Loliita! Qué susto Pau! Al fin respiro y te digo que no sólo me gusta tu cuento, me gusta el tema, yo quiero que me hagan una de esas! Cómo las llamábais, por cierto?

    ResponderEliminar
  2. Pedorretas, las llamábamos, pero si no poneis los nombres no sé a quien contesto... Muchas gracias por el post de todas formas!

    ResponderEliminar